El mito del Paraíso terrenal como símbolo de la Felicidad Suprema, representa, en la mayoría de las culturas de la Antigüedad, la perfecta simbiosis del hombre con el clima, la fauna y la vegetación. En la tradición judeocristiana, es un vergel con vegetación exuberante, fuentes de agua y clima fresco y agradable, donde el hombre convive con la naturaleza feliz y sin ninguna preocupación.
Actualmente, perpetuamos el mito, cuando pasamos unos días en “paraísos perdidos” de clima benigno y hermosos jardines, viviendo al aire libre, felices y sin ninguna preocupación. Nos sentimos a gusto, con una temperatura corporal en armonía con la del medioambiente: sin abrigos, sin paraguas y sin o “casi” sin ropa. Esta sensación placentera se debe a que el metabolismo humano, mediante termoregulación, se adapta, sin ninguna protección, a un rango de temperaturas externas, que oscilan entre unos 15ºC y unos 32ºC.
La temperatura del infierno
En climas adversos, conseguimos mantener el confort térmico con la ayuda de la ciencia y la tecnología. En tiempos remotos, con fogatas y pieles curtidas y , hoy en día, con sofisticados sistemas de regulación artificiales, como ropa de tejidos “termorreguladores” y edificios bioclimáticos.
El estado de la atmósfera determina, además de nuestro bienestar térmico, las reservas de agua, la fauna y la vegetación de las distintas regiones del planeta. Nuestra actividad individual y nuestras poblaciones dependen en gran medida de los datos del tiempo atmosférico y del clima: la temperatura, el viento, la presión, la humedad y las precipitaciones caracterizan los paraísos y los infiernos terrenales.
En ciertas regiones del planeta, la climatología extrema dificulta nuestra supervivencia y puede provocarnos la muerte; por ejemplo, en alta montaña, por hipotermia y congelación o en el desierto, por hipertermia y deshidratación. En las zonas templadas, las olas de calor y de frío aumentan la mortalidad de la población mas vulnerable: niños, enfermos, ancianos y los “sin techo”. Y, todos los años, los fenómenos meteorológicos extremos como huracanes, tifones, galernas, tornados o sequías provocan grandes catástrofes en amplias zonas pobladas; por ejemplo, de las costas oceánicas, de las llanuras de USA y del Cuerno de África.
Pendientes de la meteorología
Los cambios de tiempo condicionan nuestro quehacer diario, acostumbran a pillarnos por sorpresa y a desbaratar nuestros mejores planes. Vivimos tan pendientes del tiempo que, de hecho, consultamos la temperatura y los pronósticos meteorológicos, antes de tomar muchas decisiones: coger el coche, una chaqueta o un paraguas; salir o quedarse en casa; planificar o cancelar viajes; programar la calefacción, etc.
La temperatura cambia constantemente del Ecuador a los Polos, entre estaciones, entre el día y la noche, entre el sol y la tormenta; entre el mar y la playa; entre la montaña y el valle; entre las calles de las grandes ciudades y sus parques, entre el interior y el exterior de los edificios, entre el salón y los dormitorios… Estamos habituados. En las grandes áreas pobladas del planeta, nos adaptamos a los cambios de temperatura, sin grandes complicaciones. Para muchos, el confort térmico supone gastar dinero en moda de temporada, aislamiento de la vivienda, mayor consumo de energía, datos de internet… Otros muchos no tienen dinero. O viven en chamizos. O a la intemperie.
¿Y qué tal se adaptan a la temperatura y al clima la fauna y la vegetación?
La fauna y la vegetación no se adaptan tan bien a los cambios climáticos de su hábitat, viven al aire libre en plena naturaleza y cuando se rompe el equilibrio, algunas especies se expanden, otras emigran y otras, simplemente, perecen.
Muchas especies de las selvas tropicales, de las sabanas, de las serranías, de los hielos polares, de los océanos … se han extinguido o corren peligro de extinción por causa de la acción humana: por la caza, por la pesca, por la tala de bosques, por la agricultura industrial y, también, por el calentamiento global y las emisiones de efecto invernadero. En contraste, se expanden los desiertos, los mosquitos transmisores de enfermedades, las pandemias y nosotros, los humanos.
Desgraciadamente, estamos alterando la relación placentera del hombre con el clima, la fauna y la vegetación. Si sustituimos el Jardín del Edén, por madrigueras con aire acondicionado, servicios de comida rápida a domicilio y despilfarro de recursos, hasta que tanta basura reviente…
¿Dónde buscaremos el Paraíso terrenal? ¿A dónde irá nuestra felicidad?
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La foto del ave paraíso está recortada del original, para ajustarse a la portada. Ver original en la galeria de Robin Miller en flicKr
Ver original de la foto del jardín de Shanzen-in en Kyoto en la galeria de Chi King en flicKr
Ver original de la foto del oso polar en la galería de Sebastian Bassi en flicKr
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